“Los príncipes gobiernan todas las cosas, salvo el viento”, Victor Hugo.

En mi profesión, hay un dicho que es una realidad, el viento no espera; has de salir pronto a volar si no quieres que el viento te dé un susto. Has de anticiparte para que no te pille desprevenido y termines allá… a lo lejos.

Con el cambio climático pasa igual, hay que anticiparse, porque no te espera, no nos espera. Por tanto, las empresas, como motor de la sociedad, han de adaptarse a una economía más sostenible, menos agresiva con el medio ambiente. Ahora bien, cuando se habla de ‘adaptación’ en el mundo empresarial, todo empresario empieza con la calculadora mental… ¿cuánto me va a costar?

Aunque parezca mentira, la sostenibilidad es más de hábito que un coste, más mental que un gasto, y es así, una realidad. Y estas realidades son las que quiero ir desgranándoles.

2009, Campaña de Carrefour anti-bolsas de plásticos. Todos recordamos aquel anuncio de televisión que identificaba bolsa con caca. Cambiamos el hábito de coger una bolsa de plástico por pagarlas o por llevar bolsa de rafia (como lo hacíamos de niños). De este ejemplo sacamos tres conclusiones sobre acciones sostenibles dentro de la empresa: Primero, ahorra costes: ahorro mogollón no dar bolsas a diestro y siniestro. Segundo, notoriedad de marca: Me he adelantado a Mercadona y he transmitido a todos que soy mejor que mi compe, más verde. Y tercero, genera nuevo negocio: Venta de bolsas, ya no las pago yo, me las pagan y les saco un beneficio, total, la gente ha de llevarse su compra, ¿no? Un ejemplo: un pequeño Carrefour Express cercano a mi domicilio, vendió en un año, ¡1.000.000 de bolsas!, traducidos en dinero contante y sonante, 50.000 euros brutos.

Además de estos beneficios, con un pequeño gesto, un cambio de hábito, la implantación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible supone que aumenta tus posibilidades de contratar con el sector público, tal como recoge la Ley de Contratación del Sector Público, en el que la sostenibilidad ya es un requisito. Ciertas multinacionales están prescindiendo de empresas que no tienen el marchamo de ‘eco’, por tanto, es también una oportunidad de negocio. Ahora viene la pregunta del millón… Eso de la sostenibilidad lo veo, pero ¿cómo lo implanto?

Aparte de apagar la luz al salir de la oficina, o poner un litro de agua en el inodoro, la sostenibilidad es una cultura que se ha de ir implantando. Las patas en las que se mueve este cambio cultural se basan en las energías renovables, la economía circular y la inmersión social, que traducido al roman paladino, se puede concretar en cinco medidas:

1. Controlar el consumo energético. Las placas solares en tu empresa pueden hacer bajar la factura de la luz entre un 45%–67%, vamos una pasta al año.

2. Seleccionar proveedores con compromiso medioambiental: Que te generará prestigio e imagen de compromiso, amen de ayudar a reducir el impacto en CO2. Ejemplo: las furgonetas de reparto de Amazon son eléctricas, ¿qué mensaje transmite cuando las ves? Bueno, ¿verdad?

3. Reducir el volumen de residuos. Algo tan fácil como implantar la factura electrónica, te ahorras un bosque de papel, sobres, tinta de impresoras. O bien una presentación en video, en vez de dar un catálogo impreso.

4. Incentiva comportamientos responsables en tus clientes. Una herramienta de marketing para que recuerden tu marca, te genere un feed back en medios y te adelantes a tu competencia en buenos hábitos sostenibles.

5. Colabora con acciones sociales: Ecovidrio lanzó una campaña que por cada tres botellas de vidrio podías ascender en un globo cautivo, sólo en la playa de La Victoria en Cádiz se recogieron en pocos instantes 600 kg, y la notoriedad que atrajo en medios esta pequeña acción fue brutal. O tan fácil como ir al campo al recoger plásticos con tu equipo para posteriormente comunicarlo en tus redes sociales o blog empresarial.

La otra cara de la moneda de la sostenibilidad es el greenwashing, es decir, presentarse ante la sociedad como una empresa eco o sostenible cuando en realidad no lo es, como cuando los bancos te dicen que 0 comisiones.

Me ha pasado varias veces, en establecimientos de comida rápida, te ponen cuatro contenedores para separes la basura que generas: el papel, el plástico, lo metálico y lo orgánico… y después de llevarte un buen rato separando, movido por tu corazón eco, ves como llega el/la dependiente de turno, saca los cubos ‘eco’, mezclarlo en la misma bolsa que va al mismo contenedor… pues oiga… me da, si es tan amable, la hoja de reclamaciones. Este tipo de acciones son muy comunes, dan una imagen pésima de un negocio, con lo que hay que luchar en todo momento.

Tenemos que tomar conciencia de verdad, tomarlo en serio. La realidad del cambio climático está ahí, que no conoce fronteras ni continentes. La pandemia, dicen algunos expertos, es un ejemplo de ello y de lo que nos puede venir en el futuro. Eso no lo sabemos, pero si a tu vecino ves las barbas poner a remojar…

La sostenibilidad no ha de estar reñida con el crecimiento, no es el enemigo, es el aliado, sólo es cuestión de un cambio cultural, mental. Tu empresa es una palanca de cambio, aunque no lo creas. Una palanca para cerrarle la puerta al cambio climático, ayudando a transmitir a la sociedad una mejor percepción del significado de sostenibilidad, y que esa palabreja no suene a chino, sino a realidad.

“Si los líderes del mundo se niegan a liderar el cambio climático lo hará la ciudadanía del mundo”. Al Gore

Javier Benítez Lázaro
CEO & Founder de Globotur