“Toda la historia del mundo se resume en el hecho de que, cuando las naciones son fuertes, no son siempre justas, y cuando desean ser justas, ya no son fuertes”, Winston Churchill.

¡Me engañaron como a un chino!, ¿quién no ha escuchado alguna vez esta frase hecha? Con la que está cayendo actualmente podemos decir, sin equivocarnos, que ese dicho tan popular ha cambiado a… «me engañaron como a un europeo».

Desde la caída del muro de Berlín en 1989 hasta la fecha, Europa, y especialmente Alemania, han seguido el principio de integración económica como motor de influencia y defensa de los derechos humanos. Su pensamiento es simple, si integro la economía de tal país en mi área de influencia económica, su régimen político se suavizará, porque la gente vivirá mejor, y por ende, existirán más derechos sociales, democracia, estado del bienestar, bla bla bla. La estrategia denominada Wandel durch Handel, “cambio a través del comercio”

Peero… Europa se topó con la teoría del caos, los comportamientos que es imposible predecirlos. Les pongo un ejemplo:

Vemos caer una hoja, que es arrastrada por el viento, la seguimos con la vista unos instantes, observando su aleatorio vuelo, y damos por seguro su trayectoria, o su destino, pero la realidad es que ni sabemos su rumbo ni dónde llegará en los próximos minutos, horas, o días.

Europa, en especial Alemania, pensaba que esa hoja, la integración de los países vecinos (Rusia, Turquia, China) llegaría a un destino predeterminado, y se topa con la realidad, la cruda y dura realidad. Mientras le interesó, no se metió sobre la falta de derechos humanos en China, ni en el régimen autoritario turco, ni en las tres guerras rusas en Chechenia, ni en la invasión de Georgia cuando dijo ésta que quería formar parte de la OTAN y de la UE, ni mucho menos de Siria, ni de la crisis de Crimea, ni la guerra del Donbas, cuyas sanciones de entonces, si las había, se parecía más a una reprimenda con la boca chica, que una respuesta firme y decidida a defender un principio básico del derecho internacional tan importante como es la integridad del territorio de un estado soberano.

Pero no es solo Rusia o China la que nos toma el pelo. Recordemos que Estados Unidos, ¡IU ES EI! (USA), invadió estados soberanos de Afganistán y de Irak, que todos apoyamos con los ojos cerrados, pensando que defendíamos nuestra seguridad, son malvados los moros estos, cuando en realidad se estaban discerniendo otros asuntos como echarle un pulso a Irán y avisar a Rusia…que te estoy llamando a tus puertas, chaval; sin olvidar esos mensajes velados que se envía a China, como la reciente alianza Asia-Pacífico.

En definitiva, el drama europeo es estar entre dos dragones, Asia y Norteamérica (Amin Alouf), la falta de un ‘interés europeo’ propio, común.

Miren el caso de la actual guerra ucraniana como Alemania ha sido el que no ha tenido una defensa clara de los valores tan europeos como los derechos humanos, la integridad del territorio soberano, una guerra injusta e ilegal, sino que se ha puesto un poco de perfil, no sea que me corten el grifo, mientras que sigo pagando el gas que financia la guerra con Ucrania, que no tiene otro fin, porque las cosas no ocurren por casualidad, que debilitar a iu es ei (USA) a través de su principal socio y aliado, nuestra UE.

Como toda guerra tiene un fin económico, la actual guerra que padecemos tiene ese fin que se traduce en las siguientes consecuencias:

• Mandar un mensaje claro al dueño del patio, iu es ei, que aquí, nen, hay otros que queremos repartirnos el pastel, que no eres sólo tú la potencia dominante, por mucho que diseñases las reglas económicas mundiales en la conferencia Breton Woods de 1944;

• Toda crisis provoca un encarecimiento de la energía, para beneficio de los países energéticos, iu es ei incluido (ya Venezuela…pues chico, no es tan malo como lo pintan);

•  La inflación, que hace que los Estados de la UE necesiten más dinero para sus políticas del bienestar, endeudándolos más de lo que están tras el Covid.

• Que me has echado del SWIFT, vale, eso es una oportunidad para potenciar mi propio sistema de intercambio bancario rusky, el SPFS (Sistema para la Transferencia de Mensajes Financieros) en el que China ha entrado, así como 700 entidades financieras y subiendo;

•  Y no olvidemos la India, que siempre ha orbitado en la esfera occidental, pues me hace ojitos a mí, Rusia, para que le suministre la energía y trigo (del que soy primer exportador de grano del mundo) a un precio más económico, productos que ya no van a llegar a Europa, ya verás lo que te va a subir el pan;

• Y la UE incrementará al doble su presupuesto militar, porque hay niños malos en el patio, y ¿adivinan a quién le va a comprar a las armas? A iu es ei (USA), que si no le hubiera interesado esta guerra, pienso, a buen seguro que hubiera puesto los medios para evitarla, porque tiene medios militares para ello de sobra.

En definitiva, que estamos haciendo el tonto, un panorama de lo más desalentador.

El catedrático de Harvard, Stephen Walt, se expresó con la siguiente crudeza: “Nos corresponde (a los europeos) aparcar las ilusiones liberales –el énfasis en normas compartidas, valores universales, gobernanza multilateral e integración económica como fuentes de prosperidad– en favor de un realismo duro, donde lo que prime sea el interés nacional de los Estados (entiéndase, interés europeo común)”.

Ahora bien, la disyuntiva en la que está atrapada Europa, idealismo liberal o realpolitik, la guerra de Ucrania está sentando un nuevo modelo de Europa. Por lo pronto, y eso es fundamental, ya sabemos en qué punto estamos, y eso está implicando definir una política común exterior, potenciar una estrategia de seguridad y militar conjunta, de la que se están sentando las bases para no depender de la OTAN, como habrán podido leer en la prensa, y en definitiva, no depender de EEUU para nuestra defensa.

También ha demostrado que Europa tiene una fortaleza, un poder blando, su economía como arma de guerra, sus sanciones económicas que pueden hacer mucho daño a los niños malos. Recordemos que somos el 17,1% del PIB mundial, los terceros, y aunque China nos supera por poco, 17,6%, eso no significa que el partido haya acabado o no podamos decir, aquí estoy yo.

Las iniciativas de reindustrializar, de ser autosuficiente energéticamente, de fabricar microchips propios, de los fondos Next Generation, e incrementar los lazos con África y América Latina, nos dan herramientas para decir psch ¡aquí estoy yo!, y lo más importante, definir con claridad un interés común, un interés europeo.

Como escribía el novelista húngaro Sándor Márai en su libro ‘¡Tierra, Tierra!’ (1972): “Una Europa económicamente unida, sin conciencia de su misión, no puede convertirse en una potencia mundial como lo fue durante siglos, cuando sí creía en sí misma y en su tarea”.

En definitiva, unidad, unidad, unidad, esta es la condición necesaria –aunque no suficiente– para que la UE pueda jugar con solvencia en un mundo en el que la política de bloques ha vuelto.

Y finalizo: “Los problemas de la Unión Europea no tienen un origen económico sino político”. (Un tal Putin) ¡Qué bien nos tiene cogida la medida el muy…!

 

Javier Benítez Lázaro
CEO y fundador de Globotur