Almería no lo ha tenido fácil. Esta provincia, a caballo entre Andalucía y la Comunidad Valenciana, ha sido tradicionalmente la gran olvidada por las administraciones. Sin embargo, ha conseguido llamar la atención internacional al desarrollar un modelo de crecimiento basado, fundamentalmente, en la agricultura intensiva –que aporta hoy más del 20% al PIB provincial–, y también en una pujante industria de la piedra natural que exporta sus productos a países de América, Asia y Europa. Sin olvidar, el turismo.

Almería ha sido tradicionalmente una provincia pobre, pero desde mediados de los 70 inició un proceso de crecimiento económico basado en la agricultura de invernadero que se ha ido consolidando hasta el punto de formar un mar de plástico de unas 30.000 hectáreas. Este fenómeno, conocido como ‘el milagro almeriense’, ha sido objeto de centenares de estudios, que analizan cómo un grupo de agricultores consiguió transformar 660 kilómetros cuadrados de tierra deprimida, subdesarrollada y prácticamente deshabitada en una próspera tierra agrícola.

Hoy el campo es el principal motor económico de esta provincia, que se ha ido acelerando gracias a la incorporación de innovaciones tecnológicas que han permitido optimizar las estructuras de producción y las técnicas de cultivo. De manera que el sector agrario almeriense factura al año cerca de 1.500 millones de euros, y exporta tecnología agraria a países del Magreb, Latinoamérica o Turquía.

Lo cierto es que la agricultura constituye un atractivo para la inversión, aunque algunos expertos alertan del peligro de una posible burbuja en el precio del suelo agrícola y de una no deseable bajada de los precios de los productos agrícolas por un exceso de oferta.

Revulsivo también el experimentado en la denominada comarca del mármol, integrada por 14 municipios en los que unas 140 empresas extraen, transforman y distribuyen piedra natural (mármol, granito y pizarra) y exportan productos por valor de 312 millones de euros.