La tradición oral siempre ha formado parte de nosotros. Aderezadas con un toque de narrativa, las historias que se contaban de unos a otros de viva voz nos han ayudado a evolucionar como especie: desde los mitos y leyendas que alertaban de los peligros a las siguientes generaciones, hasta los refranes con los que nos advertían nuestras abuelas. 

En comunicación, el formato del audio sigue esa estela oral y a día de hoy continúa afianzándose como un gran aliado. A pesar de que estamos rodeados de estímulos visuales, las ondas siguen jugando un papel protagonista: ya lo hacía antaño con seriales radiofónicos o incluso con retransmisiones deportivas, a pesar de lo visual que es disfrutar de un gol de tu equipo. Pero el audio es especial. Es una comunicación directa entre locutor y oyente. Sin nadie más. A veces aderezada con alguna sintonía, pero directa a tus oídos. 

La prueba de que continúa manteniéndose fuerte en comunicación es el auge del podcast. Estos archivos de audio alojados en Internet con un formato bajo demanda permiten al usuario acceder cuando quiera al contenido. Una radio 2.0 con la que también se ha homogeneizado el acceso a la creación de contenido: ya no es necesario depender de un estudio de radio y un hueco en la parrilla de una emisora. Lo efímero del directo tiene una segunda vida cuando los programas de radio pasan al formato podcast, conviviendo junto a otros contenidos amateurs, prácticamente en igualdad de condiciones.

Los servicios de streaming también saben del aumento de demanda y ya no se quedan únicamente en contenido audiovisual: plataformas como Podimo o Audible cuentan con podcast exclusivos para suscriptores. Junto a ellos, cogen fuerza también los audiolibros y audiodramas —historias creadas directamente para ser escuchadas—. Pero, ¿qué es lo que hace tan especial al audio para que esté de revival en la era digital, con un éxito como en su día vivió la radio?

No solo es un formato que permite una mayor experimentación con nuestros sentidos, sino que también ayuda a establecer un vínculo emocional con el oyente. Una comunicación de tú a tú y, a menudo, directamente en tus propios oídos. Además, en el mundo acelerado en el que vivimos hoy en día, el audio nos acompaña en segundo plano mientras conducimos, andamos hacia el trabajo o hacemos los quehaceres del hogar.

Esta cercanía está también en nuestro propio día a día, donde nos sentimos más conectados cuando nos comunicamos con alguien a través de la voz que cuando leemos sus mensajes. Sin ir más lejos, las notas de audio de WhatsApp nos transmiten más que los mensajes de texto: no hay que olvidar que con la voz expresamos una serie de matices, expresiones y comunicación personal que no pueden igualar unos emojis bienintencionados. En palabras de Mar Abad, del sello de documentales sonoros ‘El extraordinario’, «La voz es lo más humano, esa forma de comunicación básica con la que canalizamos nuestras emociones». Lo contaba en un debate en Spaces, el espacio de audio que lanza la plataforma Twitter, consciente de este auge. 

Antes que Spaces surgieron Clubhouse o Greenroom. Y las que están por llegar. Siempre nos ha gustado escuchar y en la era digital no iba a ser menos. El audio continúa así su camino entre radionovelas, documentales sonoros, podcast y notas de voz. Más cercano y con un punto emocional. Y al otro lado del altavoz, nosotros.